lunes, 29 de octubre de 2007

El Trastero escondido

Ser niño es una experiencia traumática. Es dificil dejar de verte sorprendido por el instinto de la curiosidad infinita, impertinente y caprichosa del niño que se fue, y que uno cree siempre haber dejado atrás, casi con orgullo. Infeliz...
Hoy me he soprendido imaginando el delirante momento de descrubir tras una pared recia de cualquier casa, tal vez la mía, una hoquedad sucia, pero no desagradable, desordanada, pero en la que no hay nada que encontrar. Como un escenario. Como un dibujo romántico. Una ficción entrañable. La imagen simbólica de un trastero; donde recogerse, esconderse, desaparecer. Me hizo ilusión este pensamiento-descubrimiento. Casi al mismo tiempo, con esa rapidez de la asociación inmediata, me acordé de que siendo como soy, un escritor precozmente fracasado y de vocación efímera, era extraño que aún no tuviera mi propio blog, ocurrencia que practican ya desde hace tiempo con mayor o menor asiduidad y solvencia muchos de mis igualmente exitosos amigos.
Con ésta excusa ridícula y con el jaleante deseo pueril de tener al fin mi propio trastero, donde husmear, reflexionar, recrear esta vida insuficientemente meritoria y hablar a solas ( o quizás no del todo) con imaginaciones, o mejor, con transgresiones legítimas de la realidad, me estreno hoy en la tarea de resguardarme aquí de cuando en cuando a derramar mis visceras emocionales o intelectuales. No sé para qué. Pero tampoco tiene que tener un porqué, es solo otra cosa. Otra probatura huidiza que aspira a alejarme de la sensación de pesadumbre con que nos empapa el día a día.

Bienhallado, Bienvenido.

Lema.