miércoles, 7 de noviembre de 2007

los periodicos

Leyendo a Luis María Ansón uno comprende un buen puñado de cosas. Entre éstas impagables revelaciones está la de darse cuenta de que quien tiene la suerte de escribir artículos ( guiones de ficción, panfletos mal disimulados, mal humor matutino verbalmente articulado....) en periódicos de cierta difusión, alcanza un grado de iluminación, desprende tal cantidad de luz (alguien debería multar tanto despilfarro de energía en los tiempos que corren) que aquel sobre el que se proyecta esta bendita verdad en luces de neón, queda automáticamente cegado, invidente, absorto. Empieza a dejar de ver por sí mismo. Queda reducido a seguidor de secta, o a hincha radical de equipo de fútbol. A imbécil en definitiva.
Los Luis María y compañía adolecen de una ligera falta de interés absoluto en cualquier cosa que se parezca a la búsqueda de la razón o la verdad ( palabras quizás de por sí demasiado grandes) o por mirar al mundo con la mejor de las opiniones subjetivas, la que uno mismo es capaz de extraer de sí, desdeñando los interereses de aquellos para los que uno vende su tiempo (que no su dignidad) o para la clientela de la que depende su sustento. Los articulistas también tienen que pagar las facturas de su casa, pero es triste que lo hagan a costa de las fracturas intelectuales de sus incautos y cegados lectores.
Y todo este despilfarro de demagogia, y de luz reveladora, se encuentra cada día en los periódicos que nos enfadan cada café mañanero. Como si la rutina diaria no fuera suficiente alimento para la rabia y el estrés. Doble de, por favor. Hemos acabado aceptando que la mentira es información, y que los intereses particulares (políticos y empresariales) legitiman el rasero de rigor en cada caso, quedando el concepto de información avocado a ser tan solo el medio, y no el fin de estos medios de comunicación al servicio del mentor, creador o chantajista de turno.
Es total su efectividad. Ahora me han cortado el café de la tarde. Es mejor no irritarse. El periódico puede tener otras utilidades (o hay que buscarselas pronto), y la parodia parece una solución más creativa y más sana para contrarrestar el veneno de la verguenza que nos inyectan los Luis Marías mientras nos descuidamos despistados por el sonido de los bostezos y el trasiego de las cafeteras.

1 comentario:

afoot dijo...

Totalmente de acuerdo Sr. Luis... para algunos la muerte llega en vida.

Pedro J. Saavedra