miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Quién enseña a quién?

He pensado muchas veces que llegar a viejo debería considerarse una inmoralidad. Asumir y aceptar el grado de degradación de las capacidades humanas al que se llega cuando uno alcanza la tercera edad, a menudo me parece insoportable. Lo considero la constatación de que la existencia consciente solo pudo ser diseñada por un director de cine psicópata al que le gustan los finales trágicos, los argumentos espesos e hiperrealistas, los personajes tediosos, un guionista impío que no piensa privarse de vernos salir de la sala con cara de "¿para esto he pagado yo una entrada?", mientras las lágrimas y los créditos caen aburridos y rutinarios ¿Para qué persistir entonces en la resistencia cuando la vida ya no es trascendente y solo es eficaz como obstáculo? ¿Qué labor hace el dolor cuando éste ya no redime, no transforma, no se supera?

Cuando Dolores aparece por la esquina, el tiempo se ralentiza cruelmente. Le cuesta avanzar por una acera que de pronto parece un puerto de montaña de primera categoría. Para su escalada solo cuenta con unas robustas piernas plagadas de úlceras, amarillentas por la falta de riego sanguíneo, y con unos brazos desinflados que se sujetan a la barandilla de la pared con menos precisión que voluntad. La falda le llega casi a las rodillas y las negras zapatillas sufren las excesivas proporciones de unos pies carnosos, gruesos pero valientes, que paso a paso conducen a la buena de Dolores a su clase de todos los días. Dolores tiene 72 años y sale 20 minutos antes de su casa para llegar a las 18:00 a su curso de 2º de alfabetización. Ayer, Carmen, su profesora, que con más o menos sano interés escruta los pormenores de las vidas de sus longevas alumnas, me confió que su hijo mayor andaba con problemas gordos. Cuando son "gordos", al menos en este barrio, los problemas están relacionados con el consumo-venta de drogas, es decir, robos, cárcel, maltrato, etc. Si el problema es "serio", puede tratarse de una separación sentimental, alcoholismo "severo" (esto es, borrachera diaria) o problemas de deudas. Si el hombre tiene "problemillas", él o su mujer "están de médicos", el niño de la pareja es aficionado a la botellona o le han dado la carta de despido. La definición de los grados de los problemas suelen ser coherentes con el entorno socio-económico del lugar que quiere describirse. Aquí un problema "gordo" es un problema demasiado grave, irresoluble, tanto que casi no se cotillea con él.

El aula está llena de Dolores pero también de sonrisas. Casi todas son mujeres y llegan al centro antes que la profesora. No hay pasión pero sí compromiso. Tardan en sentarse. Se cuentan qué han hecho de comer hoy y qué éxito han tenido entre los no siempre agradecidos comensales. Ríen con facilidad, interrumpen, pero se merecen un positivo. Un aula de adultos con esta edad tiene sus peculiaridades. De un vistazo atisbo un par de gafas en cada mesa (de cerca y de lejos); la pastilla de las 18:30, o la de las 19:00; alguna muleta y algún bastón; una silla de ruedas; una chica extranjera y joven que no encontró sitio en clases de integración; un móvil (no es extraño que la hija llame para que la abuela ejerza como tal y se quede con los niños esta tarde o esta noche). Por lo demás, y obviando las vidas y los misterios que me sugieren las mil arrugas que se observan en la clase adultos y cambiando la inquietud palpitante que domina a los niños por la mañana por el trabajo sereno, callado y constante de los viejecitos por la tarde, la clase de primaria y la de adultos tiene el mismo aspecto. Pero lo interesante está en las distancias. El currículum de ambos cursos y los niveles de lecto-escritura y cálculo del que parten es similar. Sin embargo, unos alumnos han vivido 7 u 8 años y otros 70 u 80. Tan cerca y tan lejos.

No espero encontrar ni un sólo Ministro de educación dispuesto a considerar mi descabellada reflexión. Dudo que entre la densa burocracia en la que vive un director de centro educativo pueda colarse la posibilidad de debatir sobre la (para mí, evidente) posibilidad educativa que he observado estos días. Dolores no oye bien, pero Manolito (trasunto de un imaginable niño de primaria) oye, desde la esquina de su pupitre, hasta las bromas que Pepito le hace a Juanito en voz baja al otro lado del aula. Manolito no para quieto, pero Dolores a duras penas se levanta de la silla para entregar las últimas restas a doña Carmen. Manolito no entiende qué es el barbecho, pero Dolores se ha pasado la vida aprovechando sus pequeñas extensiones de tierra o las de otros para cultivar en su tiempo y forma los alimentos que han criado a sus 4 hijos. Manolito necesita tiempo y atención y se siente solo. Dolores necesita vivir su efímero tiempo y se siente sola. No aspiro a revisar todo el sistema educativo, que buena falta le hace, pero sí a preguntarme: ¿por qué un niño de primaria no puede aprender junto a una señora de 70 años?, ¿por qué una señora de 70 años no puede poner su experiencia vital al servicio de su propio aprendizaje y al de la enseñanza de niños de primaria?, ¿por qué no puede un niño de primaria aportar su energía y curiosidad al proceso de aprendizaje de un anciano?, ¿por qué se necesitan tanto, trabajan en el mismo aula, tienen la misma disposición, pero unos aprenden por la mañana y otros por la tarde?

Hacerse viejo puede ser tremendamente útil para otros. Pero nosotros, los no viejos, creemos que con no dejarlos a su suerte, abandonados y al margen de oportunidades recreativas como las excursiones, los programas educativos de alfabetización, facilitarles el acceso al bingo y alguna que otra modalidad piadosa, ya estamos siendo generosos. Me parece un derroche de recursos incalculablemente estúpido. Es un desprecio insoportablemente injusto.

2 comentarios:

Uno de Londres dijo...

Caballero, está usted hecho un filósofo. Me gusta particularmente el primer párrafo. Y sí, totalmente de acuerdo, nuestros mayores se merecen algo más que el mero esfuerzo(que lo es) de mantener a raya sus enfermedades. No tan de acuerdo con la mezcla estudiantil, son ritmos diferentes, mentes diferentes, estrategias diferentes de enseñanza.Me parece.Saludos.

lema dijo...

Gracias inglés de La Mancha. Lo de la mezcla estudiantil es muy experimental, pero intuyo que podria ser interesante como convivencia esporádica, como experiencia adicional dentro del proceso de enseñanza. Si algún día puedo dedicar tiempo y trabajo a pensar en esta posibilidad me la plantearé más en serio, porque creo que esa posible simbiosis entre "nietos" y "abuelos" podría aportar experiencias nuevas y ricas a ambos. Demomento está claro que es más una creencia, una intuición, que una certeza de éxito educativo. Espero que te vaya de puta madre por aquellos lares. Saludos!