miércoles, 15 de abril de 2009

La Semana Santa y el sexo.

Si hay algo que me congela la libido, esa es la Macarena. Y no me refiero a la cajera veinteañera del super del barrio, sino a la que me tiene atrapado aquí desde hace una hora, secuetrado por un tumulto de gente, más o menos cofrade, de fe gaseosa y que huele a exceso de lágrima y colonia. !Qué diferencia con los Domingos de Ramos de cuando yo tenía 15 años! Entonces, cada incursión en las aglomeraciones resultaba una orgía y cada estrujamineto humano, otra oportunidad para curiosear las tan inaccesibles como deseadas curvas femeninas. Hoy, sin embargo, cuando mi novia me espera en su casa con la promesa de un jueves santo de pasión verdadera, los fans de una virgen me obligan al celibato. Mientras, ella, la santa, que camina con ese contoneo vacilante del beodo, que mira con la sempiterna expresión de cuando yo tenía quince (y de antes), no parece sentir más que indiferencia, acaso aburrimiento, ante las emociones de sus fieles y las de este calenturiento infiel. Sevilla es pura excentricidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial, si tú fueras yo seguramente ya hubiera editado dos o tres libros y me conocería todo el mundo por lo bien que ecribo.

Estefi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Estefi dijo...

Gran relato, sí señor ;)

P.D.: No sé por qué se ha borrado la entrada anterior :S