jueves, 5 de marzo de 2009

Pobre papá

Ya se ha cerrado la puerta. Al otro lado, el señor que lo decidirá casi todo espera a mi padre con dos algoritmos resueltos: la sonrisa y la decisión de dar, o no, trabajo a mi padre. Cuando me alisté en esta misma empresa, mi padre me sentenció con una mirada entre compasiva y decepcionada. Él siempre tuvo su propio negocio, yo le emulé, pero lo abandoné por despreciar su ambición y su orgullo. Hoy la hipoteca de la casa en la que vive, la pago yo. Pobre papá si consigue el trabajo. Pobre de mí si lo condenan al paro.

1 comentario:

Insanewen dijo...

Puta realidad amigo Viateista.